2 de octubre de 2008

Memoria y deseo, las obsesiones de don Manolo

Publicación original: Revista Teína

Manuel Vázquez Montalbán
Poesía completa 1963-2003. Memoria y deseo

Barcelona, Península, 2008, 490 pp.

A cinco años de su muerte, Ediciones Península publica la obra poética de un autor muy conocido por sus novelas, ensayos y textos periodísticos, pero que a sí mismo se consideraba, antes que nada, un poeta. Memoria y deseo son los conceptos que articularon las búsquedas y las pasiones de uno de los más importantes escritores españoles de la segunda mitad del siglo XX.

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El libro, como objeto, es de lo más sobrio: un volumen de tapas duras completamente negras, con sólo un texto blanco en el lomo: «manuel vázquez montalbán poesía completa 1963-2003», dice. La sobrecubierta se muestra un poco más generosa: también negra, pero con el nombre del autor en letras blancas y el del libro en letras rojas. Además, agrega un subtítulo: Memoria y deseo. Y una imagen: la del autor, de espaldas, tomándose la muñeca derecha con la mano izquierda. Frente a una pared, como en penitencia.

¿Por qué darle tanta importancia a la imagen externa del libro? Porque si siempre esa imagen —responsable de la tan valorada primera impresión— dice mucho de una obra, en este caso dice aun más. Cada uno de sus elementos tiene su correlato en las casi quinientas páginas que el texto transita. A saber:

1. UNA FOTO DE LA PARTE DE ATRÁS DE MANOLO

La primera versión de Memoria y deseo data de 1986. Ese volumen incluía todos los libros de poemas publicados por VM hasta entonces: Una educación sentimental, Liquidación de restos de serie, Movimientos sin éxito, Coplas a la muerte de mi tía Daniela, A la sombra de las muchachas sin flor y Praga. Se reencarnó una década después, con el agregado de la colección Pero el viajero que huye. La que ahora llega a nuestras manos es la edición tercera y definitiva, ya que incluye un libro más publicado luego por el autor, Ciudad, y otras dos colecciones: una casi inédita, publicada sólo en una edición de bibliófilo y titulada Construcción y deconstrucción de una teoría de la almendra de Proust complementaria de la construcción y deconstrucción de una teoría de la magdalena de Benet Rossell, y la inédita Rosebud.

Por contener todos los versos conocidos del autor catalán, el libro permite tener una visión clara y acabada y contundente de su figura como poeta. La figura de un autor que, a pesar de haberse dedicado prolíficamente a la novela, el cuento, el ensayo y la crónica periodística, se consideraba, antes que nada, un poeta.

La indagación sobre su poesía —escribió J. M. Castellet en la Introducción a la edición de 1986— es imprescindible para la comprensión del universo simbólico del autor, de su sentido ético, de su coherente, estólida y escéptica concepción del mundo (p. 44).

De hecho, al igual que sucede con todo poeta que se precie de tal, en los versos de Manolo aparecen sus obsesiones más profundas: la historia reciente, la pobreza (en todos los órdenes) y el sufrimiento de la posguerra y el franquismo, los viajes, el amor, del sentimiento idealizado en la juventud al maduro erotismo del paso de los años… Es decir, una obra poética entendida como el lado de atrás, el complemento, el revés de la trama de un diario íntimo que registra fechas, sucesos, nombres propios. Como la define Manuel Rico en el estudio preliminar de la edición 2008: «Una obra lírica que, vista en perspectiva cuarenta años después de la publicación de su primer libro, se nos muestra como un amplio collage, como una suerte de palimpsesto» (p. 15). Un palimpsesto escrito sobre su propia vida.

2. UNA POESÍA COMPLETA DE MEMORIA Y DESEO

Ambos conceptos atraviesan de principio a fin la obra poética de VM, con sus denotaciones y connotaciones. Porque no son solamente memoria y deseo, sino también todo lo que implican. La memoria equivale al recuerdo de lo que ha sido y su presencia en lo que es, en especial el pasado más cercano, que en el primer VM son la guerra, sus consecuencias, las cartillas de racionamiento, la Barcelona sometida, «ellos, algo humillados —dice el poeta—, ofendibles sobre todo / hablaban de un singular compañero de trabajo / míticos seres sin una pierna o llenos de vieja / metralla soportable». Por su parte, el deseo representa las ilusiones de lo que vendrá, los sueños de algo mejor, la felicidad, el reencuentro con el Rosebud, que es la patria, al final del camino, el anhelado arribo al «lugar del que nunca / nadie haya querido regresar» (p. 127).

Esa tensión —filosófica, política, metafísica— atraviesa todo el entramado de la obra poética del autor catalán. Su explícito epicentro se da en el «Epílogo para ahogados», último poema de la colección A la sombra de las muchachas sin flor, de 1973:

    Usted prescinde de la lógica elemental
    la que mata lo vivo y hace nacer
    esperanzas a base de olvidos y distancias
    es preciso elegir entre memoria y deseo (p. 301).

3. MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN (1963-2003)

El subtítulo del libro menciona fechas que abarcan exactamente cuatro décadas: 1963-2003, aunque el propio autor haya explicado: «Durante mi estancia en la cárcel de Lérida en 1962 y 1963 encontré mi primera forma poética satisfactoria», y aunque él mismo mencione «Lérida, 1962» en la datación de sus primeros libros. Lo que está más claro es el fin, del ciclo poético y de su vida: octubre de 2003, tras sufrir un ataque al corazón en el aeropuerto de Bangkok. Y no deja de sorprender que eso hemos llamado el palimpsesto escrito sobre su vida incluyera —a modo de prolepsis, o de flashforward, como le llaman ahora— la premonición del final, en este poema publicado en 1990:

    El cartero ha traído el Bangkok Post
    el Thailandia Travel
    una carta sellada
    la muerte de un ser querido

    […]

    aunque he pedido mi carta
    no me la han dado compasivos
    con el extranjero que espera vida o muerte
    ignorado en un rincón de Asia
    el cartero nunca llama dos veces
    viaja en una Yamaha
    y sonríe en la ignorancia
    de que la distancia
    permite a la memoria cumplir nuestros deseos.

VM escribió en un texto que cerraba la edición de 1986 que «Memoria y deseo deberá ser leído, por quien quiera leerlo, como un ultimado viaje poético que se muerde la cola, como un ouroboros eliotiano que encadena el fin con el principio». Por entonces, es probable que ni él mismo tuviera conciencia de cuánta verdad contenía su afirmación.

En estos días en que se cumple un lustro del momento en que el viajero detuvo su andar, debemos celebrar la decisión de Península de publicar sus poemas. Para volver a leerlos, quienes ya los conocieran, y para descubrirlos, quienes tuvieran a Vázquez Montalbán sólo como un mordaz crítico del mundo o el padre del entrañable detective Pepe Carvalho. Escribió el poeta:

    vengo de tan lejos amor
    que me corrigen
    las fechas la memoria y el deseo.

Poco a poco, la memoria y el deseo —esos dioses tan temidos— nos irán confundiendo a todos nosotros, que también venimos de tan lejos, las fechas y las señas de Vázquez Montalbán. Nos quedarán sus libros, y en los libros, sus versos. Por suerte.

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