30 de abril de 2014

Cortázar de la A a la Z, un álbum biográfico

Publicación original: Impossibilia, revista de estudios literarios editada por la Universidad de Granada, España.

Con frecuencia se afirma que, si viviera en nuestros días, Julio Cortázar sería un usuario muy activo de Facebook, Twitter, Instagram y vaya uno a saber cuántas otras redes sociales en internet. Tan probable resulta esa afirmación como cierto es que fue un entusiasta de los que en su época se llamaban libros almanaque y que hoy se conocen como libros objeto. Basta ver las ediciones originales –y muchas reediciones– de libros como La vuelta al día en ochenta mundos, Último round o Fantomas contra los vampiros multinacionales, o incluso rastrear en sus cartas la importancia que le atribuía a la ilustración de portada de Rayuela. El álbum biográfico titulado Cortázar de la A a la Z, editado por Alfaguara en ocasión de los aniversarios redondos de 2014 (treinta años de su muerte, un siglo de su nacimiento), sigue la estela de esos libros objeto o almanaque, oportunamente.

29 de abril de 2014

Clases de literatura, Berkeley, 1980, de Julio Cortázar

Publicación original: Impossibilia, revista de estudios literarios editada por la Universidad de Granada, España.

En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a que, cada tanto, se publiquen nuevos libros de Cortázar: miles de páginas de cartas, papeles inesperados, un curso de literatura en la universidad… En el prólogo a estas clases en forma de libro, Carles Álvarez Garriga, quien trabaja junto a Aurora Bernárdez en todos los textos de Cortázar recuperados de forma reciente, alude a esa broma de que una editorial tiene encerrado al fantasma de Cortázar en algún sótano entre París y Buenos Aires “escribiendo hasta que la eternidad quepa en un instante”. Ante este tipo de publicaciones póstumas, las opiniones suelen encolumnarse en dos bandos: de un lado, la de quienes critican que se publique en forma de libro lo que no nació para serlo (“hasta la lista del supermercado”, se dice por ahí) y que ven en esta acción un interés espurio, mercantil y casi farandulesco; del otro, la de quienes agradecen el descubrimiento de nuevas páginas del autor querido y admirado. Con Cortázar, estos últimos parecen ser mayoría, sobre todo en un caso como el de estas Clases de literatura, que no revelan apuntes personales, diarios ni ninguna cuestión íntima, sino, por el contrario, contenidos que nacieron en público y cuyo interés radicaba precisamente en ser difundidos. La reacción de sus lectores se parece, sin dudas, a la que el mismo Cortázar expresa en una de sus clases, cuando una alumna le pregunta por Boris Vian: “Tengo la suerte de que creo que hay un libro de él que todavía no leí y voy a tener la suerte de tener otro libro suyo más”.