2 de abril de 2010

Desventuras de jóvenes que no son Werther

Publicación original: unabirome

Segunda parte del díptico dedicado a Patricio Pron: algunos apuntes de lectura de El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, libro de cuentos publicado por Mondadori en enero de este año.

DVD 2

Empecemos por el final: la «Nota» que cierra El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan. Ese texto da algunas pautas acerca de la construcción del libro. «Versiones preliminares de estos relatos», explica el autor, se han publicado en diferentes medios de América Latina y Europa entre 2002 y 2008, y algunos también han sido premiados en ese período. Es decir, esta colección de cuentos (conocido en la previa a su publicación como El libro alemán) es la reunión de textos escritos a lo largo de un período extenso, coincidentes con el tiempo que su autor vivió en Alemania y, además, con el más importante en su formación como escritor.

En parte por esto, no creo erróneo afirmar que este libro consiste en el fruto literario más preciso de su experiencia en ese país y de esa formación. De alguna manera, es también el revés de la trama de ese primer y tan buen libro publicado por Pron desde su llegada a España: El comienzo de la primavera. Como el material extra de una película que viene en el DVD 2 pero que a su vez es otra —y también muy buena— película.

IMPERFECCIÓN DE LOS ESPEJOS

Sin que la suya sea, ni mucho menos, una literatura experimental, Pron se permite hacer pequeñas pruebas, guiñarle un ojo al lector y ensayar juegos con él. De eso se trata, por ejemplo, la aparición de dos cuentos titulados «La historia del cazador y del oso», numerados, uno con «#1» y el otro con «#4». Ambos —publicados inmediatamente después uno del otro en el libro— cuentan la misma acción, aunque con diferencias en la estructura y algún pequeño matiz que puede generar un cambio en el sentido. Pero, en el fondo, son dos veces lo mismo. ¿Por qué «#1» y «#4»? ¿Conforman una serie en la que faltan dos piezas intermedias? ¿Los números corresponden a las distintas versiones que el autor probó, y la primera y la cuarta fueron las mejores y por eso las publicó? ¿Qué siente una persona, o un cuento, cuando descubre que su imagen en el espejo no responde exactamente a sus movimientos?

VIDA IMAGINARIA DEL PIERRE MENARD ALEMÁN

Uno de los cuentos, «Contribución breve a un diccionario biográfico del expresionismo», es un catálogo de vidas imaginarias —todo un género—, en la línea de Marcel Schwob, de la Historia universal de la infamia de Borges y, mucho más cercano, del Roberto Bolaño de La literatura nazi en América. El cuento lleva como epígrafe dos líneas de un diálogo entre un profesor y su alumno de filología románica en la Universidad Georgia-Augusta, en 2007:

—¿Usted sabe quién fue Jorge Luis Borges?
—Sí, ¿no fue el que escribió El Quijote?

(¡Lo que se debe reír el viejo Jorge Luis leyendo estas cosas, donde sea que esté!) No es casual que el principal personaje del relato de Pron (Balduin Bählamm, poeta muerto a los 18 años de edad en la Primera Guerra Mundial, primero de la lista y luego mencionado en casi todas las demás entradas de la supuesta enciclopedia) haya perseguido durante su corta vida un objetivo desaforado: «quería escribir el Fausto de Johann Wolfgang von Goethe, palabra por palabra y sin copiarlo». Es decir, quería ser el Pierre Menard alemán. Sólo que, como el propio texto lo menciona, «sus esfuerzos son anteriores en veinticinco años al relato de Jorge Luis Borges “Pierre Menard, autor del Quijote” que, por lo demás, es una ficción, mientras que la historia de B. no lo es». O sea: Pron escribe ficción después de Borges asegurando que es realidad antes de, para seguir jugando y anotar, como lo hace unas pocas líneas más abajo:

Quizá B. pensara que la existencia del Fausto no era un impedimento para la escritura del Fausto sino su estímulo, y que eso es precisamente lo que hace grandes al libro y a su autor.

O lo que es lo mismo: que la existencia de Borges, Bolaño o Schwob no es un impedimento para que los escritores del siglo XXI empleen como herramientas los mismos juguetes que utilizaron ellos, y que eso es lo que hace Pron.

«ALGO MÁS QUE EL MERO ACTO DE ESCRIBIR»

Muchos de los relatos tienen como protagonistas a escritores o, mejor, aspirantes a escritor, jóvenes Werthers que van por el mundo en busca de su propia voz, de su estilo, de historias que contar. El libro abunda en latigazos y sarcasmos en relación con el mundillo de la literatura; el relato más explícito en este sentido se titula «Es el realismo» y narra las desventuras de P., un joven escritor argentino radicado en Europa. «Los premios literarios no son literatura y a menudo ni siquiera se le parecen», dice el narrador, quien cuenta que «P. se peleó con sus editores con palabras más o menos crudas, pero aprendió y se endureció y comprendió que la literatura era algo más que el mero acto de escribir y algo menos que una industria seria».

En ese mismo cuento, el tan aparentemente autobiográfico P. se encuentra, en la cola de un evento literario, con Juan José Saer. Describe esa reunión como la de un escritor realista (el autor de Glosa) con uno fantástico (P.). No hablan: la única interacción entre ellos es un cachetazo que Saer le da sin querer y del que, parece, no llega siquiera a enterarse. Ese será el camino: la literatura consagrada, el canon, te da un golpe y te humilla, sin por eso dejar de ignorarte, de hacer caso omiso de vos.  Y eso «es el realismo».

¿Por qué hacer literatura, entonces? Tal vez la respuesta esté encerrada en la valoración de los versos del poeta expresionista Balduin Bählamm, iguales a los de Goethe. «Son mucho más valiosos —dice el texto—, porque surgen de la imposibilidad y de la desesperación, que son el punto de partida de todo escritor verdadero y el sitio hacia el que muchos irrevocablemente se dirigen».

UN MANIFIESTO

Se puede ver El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan como un manifiesto literario. «En su experiencia como lector —dice uno de los cuentos— faltaban los textos que él quería leer, que, por lo tanto, tenía que escribir él mismo». Eso es, evidentemente, lo que hace Pron. Narra lo que quiere leer, historias que bucean en el pasado porque saben que hay que aprenderlo para después olvidarlo, cuyos goznes invisibles articulan una mirada del mundo; historias de la Alemania secreta contadas por un argentino que estuvo allí y que vive para contarla.

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