1 de septiembre de 2012

Descargas en serie

Publicación original: Revista Peces de Ciudad, Florencio Varela, Argentina, Nº 5, septiembre de 2012

Hoy en día, muchos fanáticos de una serie no saben ni qué canal las pasa por TV: ellos las bajan de internet y las ven donde y cuando quieren. Y gratis.

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El 22 de septiembre de 2004 es una fecha clave, tanto para la ficción como para la realidad. Ese día, en la ficción, el vuelo 815 de Oceanic Airlines cayó en una isla perdida del océano Pacífico y los pasajeros sobrevivientes comenzaron a vivir innumerables aventuras. En la realidad, se estrenó en Estados Unidos el primer capítulo de la serie que vino a revolucionar la televisión y la cultura popular: Lost.

Hoy en día puede parecer un poco pasado de moda hablar de Lost, dos años y pico después de su final y del disgusto que la última temporada les dio a muchos de sus seguidores. Pero no es anticuado si de lo que hablamos es del cambio que supuso esta serie en la forma de hacer y, sobre todo, de mirar televisión. Se puede decir que, con Lost, los medios audiovisuales entraron en el siglo XXI.

Lost, internet y la televisión

¿Por qué decimos que Lost cambió la forma de mirar la tele? Porque fue la primera serie que se convirtió en un fenómeno social a través de internet. Generó redes sociales antes de que existieran las que ahora llamamos redes sociales. Gracias a la masividad e interactividad de la web, seguir una serie dejó de ser una relación unidireccional (la pantalla emite imágenes y sonidos en un determinado día y horario, los espectadores se amoldan y consumen) y se convirtió en otra cosa.

Surgieron comunidades, foros y grupos de discusión que semana tras semana debatían lo que había pasado en el último capítulo y conjeturaban hipótesis sobre los misterios de la serie. Y no eran tres o cuatro gatos locos, sino miles de personas en todo el mundo. Tantas, que los propios realizadores de la serie comenzaron a interactuar con ellos. A prestarles atención.

No es casual que el estreno de Lost se haya producido unos pocos meses antes de la creación de YouTube (febrero de 2005), otro hito en la historia de nuestro consumo audiovisual. Cuesta ya pensar en los tiempos en que uno, en cualquier momento, quería ver un video musical, un gol, una escena de Los Simpson o lo que fuera y no tenía YouTube a mano para buscarlo.

Por supuesto, fue el mismo desarrollo de internet el que permitió empezar a “bajar” los capítulos y verlos directamente en la pantalla de la computadora. Esto, que pudo pasar más o menos inadvertido para muchos, representó un cambio fundamental: comenzamos a ver la tele… sin tele. De hecho, muchísimas personas que siguen series del modo más fanático son incapaces de decir en qué canal la pasan. Así, la vieja “caja boba” conoce la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. Y la ingratitud de que te dejen por una más joven.

Cuando quiero, sin cortes y gratis


Desde hace tiempo se afirma que en la actualidad las series estadounidenses son mucho mejores que el cine de Hollywood. El cine no hace más que reciclar superhéroes del pasado (Ironman, Los Vengadores, Batman), estirar las sagas exitosas hasta agotarlas y vaciarlas de contenido (Shrek, Bourne, La era del hielo) o celebrar su propia decadencia (Los indestructibles), mientras que en las series las productoras se arriesgan por productos de calidad, como Los Soprano, Mad Men, Game of Thrones o la citada Lost. ¿Y esto a qué se debe?

Los motivos son numerosos, sin duda, pero hay uno obvio: las series tienen mucha audiencia. El rating manda, aquí, allá y en todas partes. Pero ¿de dónde sale el rating, si vemos las series por internet? Bueno, es evidente que el mercado de EE. UU. sigue siendo autosuficiente. Allí siguen mirando la tele. En el resto del mundo, en países como el nuestro, adonde las series llegan tarde, las pasan en canales de cable que no todo el mundo tiene, en días y horarios fijos y a menudo incómodos, con cortes publicitarios a veces larguísimos, ¿cómo comparar todo eso con ver lo que quieras, donde y cuando quieras, sin cortes… y gratis?

Está claro que esto abre un debate: el de la legalidad de las descargas de internet. Pero esa ya es otra historia, que necesitaría otro artículo (o muchos) como este. Aquí apenas diremos que internet está llena, repleta de páginas que permiten intercambiar y obtener archivos de toda clase: películas, series, libros, canciones… En el tiempo que lleva leer esta nota se producen millones de descargas en todo el planeta. Y a todo esto Kim Dotcom, el creador de Megaupload, detenido a principios de este año por la acusación de violar las leyes de propiedad intelectual, viene anunciando desde hace semanas en Twitter que está en camino “un nuevo Megaupload que cambiará el mundo”…

El futuro de la tele


Los televisores se renovaron. Quieren que volvamos a mirarlos, y por eso adelgazaron y nos seducen con sus enormes pantallas planas de LCD o LED. No son tontos: incluyen puertos USB y HDMI, para que, con un pendrive, podamos ver a través de ellos las series y películas que nos bajamos de internet. Sin publicidad, cuando y como queramos.

El futuro de la televisión y de los medios audiovisuales ya llegó, o al menos una parte de él. La otra parte la iremos conociendo en los próximos años. O mejor, para decirlo en los términos apropiados: en las próximas temporadas. Continuará…

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