25 de enero de 2006

Mi nombre es ninguno

Publicación original: Clarín.com

Las discusiones sobre la información personal y la identidad velada siguen sumando voces. Apocalípticos y optimistas friccionan posturas y se preguntan: ¿es posible una comunidad sin secretos?

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El caso sentó un precedente en el debate sobre la intimidad velada: un hombre recibió en su casa una tarjeta de crédito adjudicada por un banco donde nunca tuvo ninguna cuenta. Sorprendido, llamó al banco para averiguar por qué le habían asignado esa tarjeta y le respondieron que habían obtenido sus datos a través de un portal de internet. El hombre no sólo rechazó la tarjeta, sino que entabló una demanda contra el banco y contra el portal. ¿A qué riesgos se expone uno cuando deja sus datos personales en un sitio web? Ese es el primer y más recurrente temor: que pasen a formar parte de bases de datos, que luego pueden ser comercializadas y ocasionar múltiples problemas, entre los que el correo basura o una tarjeta de crédito suenan leves.

Mientras acaba de prorrogarse el plazo de la ley que obliga a todas las empresas que tienen bases de datos a declararse ante el Registro Nacional de Bases de Datos Privados (la fecha límite se extendió hasta el 31 de marzo), el debate sobre la identidad online sigue sumando voces. Hay quienes creen que el libre albedrío en el camino que va de la identidad al dato puede ser positivo. Según un artículo de la especialista Esther Dyson, del Foreign Policy Magazine, esto generaría “una comprensión mejor de cómo pueden cambiar las personas”. La autora insiste con que la pérdida del anonimato es un proceso inevitable. “Un mundo sin secretos –confía Dyson– podría engendrar una cultura más tolerante, con individuos más fuertes y mejor informados (...) Esta transparencia sin precedente puede forzar un auténtico cambio cultural.”

En el mismo sentido, Kevin Kelly, editor de The World Question Center y autor del libro Las nuevas reglas para la nueva economía, ve en el anonimato consecuencias negativas. “En todos los sistemas que he visto donde el anonimato se vuelve común, el sistema falla”, afirmó en un artículo publicado recientemente. Kelly agrega que “las comunidades infectadas por el anonimato, o bien colapsan o cambian el anonimato por el seudo-anonimato, como en eBay, donde tienes una identidad rastreable detrás de un seudónimo”.

En un artículo titulado “El anonimato no matará a Internet”, el especialista en seguridad tecnológica Bruce Schneier le respondió a Kelly: “Si viviéramos en un mundo perfecto, el anonimato no sería necesario. Pero en el mundo en que vivimos la información sobre nuestras actividades puede ser usada en nuestra contra con mucha facilidad... en especial por la Policía y el Gobierno”. Así, mientras Dyson ve la eliminación del anonimato como una forma de fortalecer a los ciudadanos y construir una sociedad más tolerante, Schneier está más cerca de la visión orwelliana (apocalíptica) de una sociedad de control.

Martino Amartino, realizador de los blogs Denker Über y Weblog sobre weblogs en este mismo diario, opina que el anonimato puede pensarse de dos maneras: “El que permite que se expresen opiniones contrarias al poder, que es el caso de personas en regímenes autoritarios o que no quieren enfrentarse con la autoridad de turno, sea laboral, política o policial, por un lado; y el ‘anonimato masivo’, por el otro”. En su opinión, este segundo tipo ya casi no existe, porque “entre las bases de datos cruzadas, los datos de cualquier ISP y las agencias gubernamentales de inteligencia (o simples proveedores de acceso) pueden saber quién sos sin demasiada dificultad”.

“Los que usan el anonimato para cometer delitos ya tienen las herramientas para ocultar sus identidades, pensar que ellos no pueden ocultarse es ridículo”, dice Amartino. En este sentido, hay numerosos sitios web que permiten la navegación por Internet sin dejar registro de las visitas, como Anonymizer. Incluso están los que permiten enviar correos electrónicos sin informar el remitente. Esto último, sin embargo, más que como un beneficio, aparece a simple vista como una herramienta perfecta para el spam.

Amartino cree que hoy en día mantener el anonimato es complicado: “Posible, es cierto, pero complicado”, remarca. “El anonimato es uno de los derechos que los navegantes deberían tener. Es una forma de mantener la libertad de expresión y de individualidad.” Una de las más fuertes críticas contra Google –que brinda tantos servicios gratuitos que muchos no encuentran por dónde cuestionarlo– es la enorme masa de información que acumula, dado que registra todas las búsquedas que se realizan desde una misma PC. Se trata de “un monto de información personal sin precedentes, cuyo control está en manos de terceros, como Google”, según el alarmado Kevin Bankston, de la Electronic Frontier Foundation. ¿Qué mejor manera de crear un perfil de usuario que a partir de lo que busca en la red?

En sentido estricto, las personas dejamos de ser anónimas cuando se crearon el registro civil y los documentos de identidad. Pero en un mundo en que los dispositivos técnicos abren cada vez el juego para que los demás sepan quiénes somos. Habrá que ver si el flujo de esa información no genera resultados dañinos.

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